Las películas postapocalípticas, así como los libros con temática distópica han sido hasta ahora un gusto casi morboso en mi haber cinéfilo y literario.
Supongo que la mayoría de las personas nos preguntamos qué ocurrirá con los pocos sobrevivientes que queden después de ocurrida la catástrofe, donde normalmente tendemos a creer que seremos parte de ese grupo selecto.
La sensación que deja este tipo de género cinematográfico es una agudizada incertidumbre, pero sobre todo nos deja más preguntas que respuestas, ¿qué detonará la extinción de nuestra especie?, ¿cuáles serán las acciones que tomarán nuestros gobiernos?, ¿cuáles serán las actitudes que tomaremos los ciudadanos del mundo ante ello?
Existen muchas películas que abordan estas cuestiones, quizá su intención principal sea la de crear consciencia del impacto de nuestras conductas en el planeta y en nuestra especie, evitando así el desenlace fatal que menciona el título de esta columna.
El film de, ya no tan ciencia ficción al cual nos referiremos en este mes es, 12 monos (1995), dirigida por Terry Gilliam.
El protagonista, James Cole protagonizado por Bruce Willis, es un criminal convicto, el cual se ofrece ser enviado al pasado para realizar misiones, en donde debe recabar información de un grupo terrorista conocido como “El Ejército de los 12 monos” y recolectar muestras que puedan servir a los científicos a desarrollar una cura.
En este futuro postapocalíptico, la población que logró sobrevivir al virus se ve en la necesidad de habitar bajo tierra después de que el planeta se ha contaminado por completo del mismo. La película tiene saltos en la línea temporal, no es una trama con
una secuencia clara. Resulta ser más un puzzle que el espectador debe ir armando al igual que Cole, pues él también vive demasiada confusión mientras lleva a cabo las misiones, las cuales no resultan del todo exitosas.
Cada que viaja a un nuevo espacio- tiempo se encuentra a la expectativa de los datos e información que pueden servir o no para los fines que fue enviado. Dentro de los personajes importantes en la trama, encontramos a un Brad Pitt con una brillante y paranoica interpretación del fundador del Ejército de los 12 monos; la doctora Kathryn Railly, quien ayuda a Cole a encontrar al culpable de dispersar el virus que, aunque el protagonista logra llevar a cabo dichas misiones, el final de la película no es concluyente, resulta un tanto ambiguo y queda abierto a varias interpretaciones para
los espectadores.
Los viajes en el tiempo resultan atractivos porque podríamos cambiar para bien o para mal el curso de los hechos pasados, presentes y futuros. Esto no significa que sea precisamente bueno y posiblemente el concepto de responsabilidad social desaparecería de nuestro argot al no tener que enfrentar las consecuencias de nuestro actuar.
Sabemos que no existe a la fecha una máquina o dispositivo en la vida real que nos permita viajar en el tiempo y, aunque no vivimos en un mundo postapocalíptico -aun-, no significa que en el futuro podría ocurrir tal cosa. Si Cole tuviera que realizar misiones al pasado para evitar nuestra situación actual y nuestra futura extinción, el dilema en cuestión aquí es, ¿a dónde sería enviado?, ¿qué es lo que estaría buscando?
La especie humana ha transgredido todo espacio al que ha llegado, devorándolo para su beneficio o placer. La disyuntiva principal que esta y otras películas postapocalípticas nos reflejan a manera de reflexión final es, ¿será posible el cambio del homo sapiens hacia una evolución donde pueda convivir de manera armoniosa
con todo lo que le rodea? o tal vez la paz para este planeta y para las demás especies resulte solamente posible cuando no quede ni un mono.
La única regla del Club de la Cinefilia es “hablar del Club de la Cinefilia”.
Me gusto bastante. Saludos.