«No hagamos nunca una jugada para ver
qué nos resulta y con la esperanza de que todo
salga bien y sea la más fuerte, porque en la
ignorancia no puede haber desarrollo, y si lo
hubiese, nunca sería el más alto. Cultivemos, por
el contrario, el hábito de saber por qué, con qué
fin hacemos una jugada, y ver, antes de hacerla,
la combinación completa, teniendo siempre la
seguridad de que nuestro modo de proceder es
el mejor.»
Carlos Torre.
Nació en 1904, en Mérida Yucatán.
Aprendió los rudimentos del juego ciencia a la edad de seis años.
Recibió el título de gran maestro un año antes de su muerte.
Abandonó el ajedrez competitivo a los 21 años, curiosamente a la misma edad que Paul Morphy, y al parecer por motivos más o menos parecidos. Por lo menos, el gran Robert James Fischer, quien padecía un desequilibrio análogo, esperó para retirarse después de haber obtenido la corona mundial, enfrentando con éxito demoledor a toda la maquinaria soviética.
Excelente maestro, brillante divulgador, publicó un libro, —allá por el año 1926— más bien un ensayo sobre el juego ciencia, que por esas contingencias que tiene la vida, lo publicaron primero en ruso y después en inglés. Fue ya en la década de los cuarenta, que por fin lo tradujeron al español, y —hasta eso— en una editorial argentina.
Contribuyó a la teoría de las aperturas con un sistema que lleva su nombre y la llamada «Defensa Mexicana.» Su sistema fue revitalizado por «El armenio de hierro», Tigran Petrosian, noveno campeón del mundo, quien fue un especialista de este sistema. En 1925, en el torneo de Moscú, derrotó magistralmente a Emanuel Lásker, mediante una brillante combinación a la que se le dio el nombre de «El molino.» Jugó contra los tres grandes de la época: Alekhine, Lásker y Capablanca, con resultados más que satisfactorios. Considerando los parámetros actuales, su nivel de juego era el de un Gran Maestro, con un promedio de 2500 a 2600 puntos ELO, por encima de jugadores como Ricardo Reti y Grunfeld, apenas abajo de los tres grandes. No obstante, su carrera se terminó a la edad de 21 años como resultado de un problema nervioso.
No hace mucho leí una publicación más indiscreta que ajedrecística, donde atribuían su enfermedad mental a una decepción amorosa. No obstante, se sabe su caída se debió al excesivo trabajo mental. El ajedrez es un juego y un deporte que para dominarlo y llegar a la excelencia requiere un esfuerzo enorme y un sano equilibrio entre actividad mental y ejercicio físico. Los manuales de ajedrez los estudiaba en Alemán, Inglés y Ruso, y esto representaba una demanda mayor. Se comenta que antes de sufrir la crisis que lo llevó a retirarse de las contiendas ajedrecísticas, había tomado unas copas. Perdió la conciencia y cuando la recuperó ya venía de regreso a México en un Barco.
Esto sucedió en los Estados Unidos, en 1926, después de ganar el torneo nacional de México. Ya en Chicago, donde se estaba celebrando el torneo de la Western Chess Asociation, experimentó la misma patología que años más adelante sufriría el campeón mundial Robert Fischer, una suerte de delirio de persecución. No olvidemos, que el año anterior había participado en el torneo de Moscú, y había permanecido un tiempo en la Unión Soviética. Esto lo llevó a suponer, con razón o sin ella, que había una orden de restricción en contra de él y una constante vigilancia, por considerarlo potencialmente como un espía de los soviéticos, generando todo un entramado patológico que lo llevó a suponer que había una suerte de complot para evitar que ganara el campeonato.
Todo ello derivó en una crisis nerviosa, lo que motivó la intervención de la policía norteamericana, que según esto le aplicaron fuertes dosis de tranquilizantes que habrían dañado de manera irreparable su cerebro. Naturalmente, hay otras versiones menos conspiranoicas. Horacio Olivera refiere que, en este misterioso caso que «…otros historiadores relativizan estos hechos o ponen en duda su veracidad, atribuyendo a una verdadera crisis de su sistema nervioso que derivó en una enfermedad mental, el retiro definitivo de los tableros.
Aún más, muchos de quienes sostienen esta teoría, adscriben a una leyenda muy popular en el mundillo de las curiosidades ajedrecísticas, pero sin ningún asidero documental, que da cuenta de un Torre absolutamente desquiciado subiendo desnudo a un tranvía en pleno centro de New York.» Más allá de suposiciones y leyendas, es sabido que fue un gran jugador de ajedrez, y es de suponerse que estaba a nada de poder disputar la corona mundial si la vida, que no es muy seria en sus cosas, no le hubiera deparado esta caída intempestiva y brutal de su sistema nervioso.
A partir de ahí, se sabe que Torre pasó distintas instituciones médicas y mentales, que en lugar de ayudarlo acentuaron sus problemas. Sufrió terapias con electrochoques, por ejemplo, inadecuadas para cualquier paciente, ya no se diga un ajedrecista. De no haber mediado este hecho misterioso es de suponerse que hubiera llegado a ser un natural aspirante al campeonato mundial. Probablemente hubiera enfrentado a Capablanca o a Alekhine en duras contiendas de pronósticos reservados. Su nombre: Carlos Torre Repetto, el más grande ajedrecista mexicano de todos los tiempos.
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