La defensa de Luzhin
Por César Augusto
«Es grosero y desaseado, y carece de gracia, pero, como mi gentil protagonista (una joven encantadora por derecho propio) descubre muy pronto, hay en él algo que trasciende tanto la vulgaridad de su carne grisácea como la esterilidad de su recóndito genio.»
Vladimir Nabokov
Por la mañana sopló un viento frío del sur. Salí a la pequeña terraza del corredor trasero, pero no soporté mucho tiempo porque me dio frio. Viento frío del sur, cuando normalmente este viento es tibio. Pero algo debe estar pasando en el mundo que ahora están sucediendo las cosas al revés. Según esto con el cambio climático el planeta va a oler a flores.
Esta inusual brisa fría me invadió como cuando empieza el otoño con sus mañanas húmedas y frescas, cuando te levantas temprano y todavía con el regusto del café con leche en la boca caminas sobre la yerba húmeda de rocío, la mochila terciada al hombro y un libro en la mano, y hay una plenitud que la sientes en tu interior y se refleja en las hojas muertas y en las gotitas de cristal de la yerba, y recuerdo que hace ya algunos años, en un día como esos, por la noche estaba yo disfrutando la película que ayer comentábamos Indira y yo —“La defensa de Luzhin”—, y vino a visitarme un compañero de escuela y se interesó por lo que estaba viendo en la TV, un tanto porque la peli estaba muy bien hecha y el tema era interesante, a querer o no, y otro tanto porque le pareció inusitado que estuviera yo viendo la caja idiota, y yo le iba explicando las partes que por su desconocimiento del ajedrez no entendía y cuando salí a despedirlo, una vez concluida la película, el toldo de su automóvil estaba cubierto de luminosas hojas muertas.
Ese tipo de cosas, cada día.
«La defensa de Luzhin» está basada en una obra de Vladimir Nabokov que se titula «La defensa». Así, sin más adornos. Como aficionado al ajedrez llegué a pensar que «la defensa de Luzhin» era una suerte de sistema de apertura como lo es la Caro Kann, la sólida defensa, favorita de Karpov, o la defensa de Grünfeld, Morphy o la hipermoderna «Apertura Reti», que llevan el nombre de sus creadores. Pero no es así. «La defensa» alude a lo que para Alexander Luzhin representó el ajedrez, una defensa contra el mundo para el que no estaba preparado, un poco así como Bobby Fischer en la vida real, o el ficticio Mirko Czentovic, de la novela de Stefan Zweig.
Comento esto porque hace un par de días en un grupo de ajedrecistas, alguien deslizó la pregunta tonta número siete mil ochocientos setenta y nueve sobre qué “película” era más recomendable y estaba mejor lograda si «La densa de Luzhin», o la serie «Gambito de Dama» generando con ello una discusión bizantina de la cual yo me mantuve al margen disfrutando una copa de licor de almendras mientras un grupo de personas que se supone pensantes se daban con todo.
Al margen de que me sentí más identificado con Luzhin que con la señorita Harmon —quien vea las dos producciones sabrá porqué: el Gran Maestro desadaptado, tímido, apocado, sombrío, tonto con las mujeres, elegantemente torpe y distraído, con un rey de cristal entre las manos deambulando por los jardines del hotel italiano donde se desarrolla el torneo por el campeonato mundial—, la serie no le va a la zaga. Porque en honor a la verdad, tanto la serie, como la película me parecieron magníficas.
No diré más para no hacer un spoiler y así quien no las haya visto, tanto la película como la serie, las disfrute sin ninguna suerte de anticipación y no tenga motivos de reproche... Acaso solo comenté que tanto la serie «Gambito de Dama» como «La defensa de Luzhin» han gozado de gran aceptación aún entre personas que no entienden nada de ajedrez, lo cual me parece extraordinariamente meritorio.
Solo mencionaré el rey de cristal que siempre llevaba Luzhin en la mano y que me acompañó, por una suerte de mimetismo literario, hasta hace algunos días. Porque, aunque solo soy un aficionado, bastante malo, vida y ajedrez, sueños y literatura se confunden en mi mente y a menudo los libros materializan en mi vida algunas secuencias y pasajes luminosos, y solo queda un rey de cristal en manos de una reina.
Comments