LA PALABRA VIAJERA - Francisco Barrios
- Palabra Infinita
- 13 ene 2021
- 4 Min. de lectura

Los enterradores, las avispas, y su ropa
Las palabras de los distintos idiomas que pueblan el planeta son resultado de una tradición histórica, pero en el fondo del barril se encuentra esa necesidad primigenia de nombrar y compartir todo aquello que forma parte de una experiencia común. Las gramáticas, la sintaxis, el análisis de discurso, los actos del habla y demás florituras que dan de comer a los filólogos (y a los filósofos del lenguaje) llegaron mucho tiempo después; sin embargo, como no me cansaré nunca de insistir en esta columna, las palabras pueden haber realizado muchos rodeos antes de llegar a nosotros, que no somos sino escalas momentáneas en su recorrido, y muchas veces esos periplos quedan ocultos sin más en sus etimologías.
Para ejemplificar lo anterior, hoy quiero partir de un puerto seguro y qué mejor que usar de excusa un texto de uno de mis autores favoritos, Marcial. Marco Valerio Marcial fue un autor romano que consiguió vivir de su ingenio en la Roma imperial del s. I de nuestra era. Cultivó principalmente el epigrama, género poético de ascendencia griega, pero lo llevó a alturas que no había alcanzado antes (y que con poquísimas excepciones lo haría después) empleándolo para oscilar entre el chisme y la ironía, recorriendo ese espectro coloquial que va del entretenimiento a la indignación, pasando por la más hiriente denuncia de las aspiraciones, vicios, y defectos de la sociedad romana de su tiempo.
Para muestra un botón:
I, 30
Chirurgus fuerat, nunc est uispillo Diaulus:
coepit quo poterat clinicus esse modo.
Que, traducido más o menos libremente, dice: “Cirujano había sido, ahora es enterrador Diaulo: empezó como podía a ser médico” o, inclusive, podríamos traducir el segundo verso como “empezó como podía a visitar a sus clientes en casa”, toda vez que clinicus se refiere específicamente a un médico que hacía visitas domiciliarias.
Acaso los lectores deseen pausar en este momento su lectura y saborear por sí mismos qué está tratando de decirnos (o denunciar) Marcial en este epigrama antes de seguir adelante... Efectivamente, Marcial abreva aquí de la tradición que identifica a los médicos con los matasanos: al parecer entre los médicos romanos del s. I d. C. (piénsese cuál era el desarrollo de la medicina en ese momento) era imposible
distinguir entre “cirujanos” y “enterradores”.
En particular, y aquí es donde empezamos a entrar en materia, la palabra que usa Marcial para referirse a los sepultureros es uispillo: aquel afanador que, a diferencia de los suntuosos pollinctores, fossores o ustores, tenía la tarea de cremar a los pobres y las personas en situación de calle y enterrar sus cenizas durante la noche, carranceándose lo poco que pudieran llevar consigo de valor.
Esta palabra (uispillo) durante mucho tiempo se pensó que estaba hermanada con uespa (avispa) y no es claro, con el conocimiento que tenemos en la actualidad sobre el latín y sus propias etimologías, si esto es así en realidad. Algunos estudiosos se inclinan a pensar que uespa dio origen a uispillo relacionando a los sepultureros con la rapiña e inclinación carroñera que tienen las avispas, las cuales, dependiendo de la especie, pueden llegar a alimentarse con carne en alguna etapa de sus vidas —incluyendo, huelga decirlo, la de otras avispas—, mientras que otros filólogos piensan
que no existe relación alguna entre dichas palabras y, para ello, hacen énfasis en el papel fundamental que tenía la ropa en los ritos funerarios de la Antigüedad echando mano de una etimología hitita (?) que menciona “la ropa de los muertos” (uašpaš) como antecedente de uispillo; sin embargo esta relación es incierta, toda vez que los hititas fueron un imperio del Medio Oriente, cuyo esplendor ocurrió a mitad del s. XIV ¡antes de nuestra era!
Como sea, la asociación entre las avispas y la ropa, sea de los muertos o no, es algo que sí ocurre en otras idiomas. Piénsese en el inglés, por ejemplo, donde yellow jacket puede denotar a un tipo de avispa o un saco —en otras latitudes una chaqueta o americana— de color amarillo, y no es inusual encontrar esta combinación como una sola palabra (yellowjacket) para evitar confusiones. Por ejemplo, en el poema de Raymond Carver (Intentando dormir hasta tarde en una mañana de sábado en noviembre) cuando dice:
My own feet grow cold.
I dream of yellow jackets and near
frostbite, two hazards
facing the whitefish fisherman
on Satus Creek.
Mis propios pies se enfrían./ Sueño
con avispas y a punto/ de congelarme,
dos peligros/ que enfrentan los
pescadores de corégonos/ en Satus Creek.
¿Está soñando con avispas (como sugeriría el entorno natural de la pesca en los grandes lagos del norte de los EE. UU.) o con la ropa de diseñador que vio en el catálogo antes de dormir? Ambas lecturas son posibles, si bien una es mucho más probable que la otra si nos basamos en el contexto; pero cuando nos separan cientos (y aun miles) de años de una indicación clara sobre la experiencia concreta que dio lugar a una palabra como uispillo o uespa, cualquier cosa que digamos es pura y simple especulación.
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