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Letras en su tinta René Avilés Fabila Las trampas de la ideología Por Vicente Gómez Montero



Con todo carIño para mi apreciado maestro en su quinto aniversario de ausencia física, porque sus libros, sus dichos, sus clases y sus obras quedan en nuestra memoria. Una pequeña semblanza, digo para saber de quién hablamos.



René Avilés Fabila nació en la Ciudad de México, el 15 de noviembre de 1940; muere el 9 de octubre de 2016. Ensayista, narrador y periodista; coordinador del taller de novela del INBA; director de El Búho y El Universo del Búho; coordinador de Extensión Universitaria de la UAM-X. Entre otros premios y reconocimientos, recibió el Premio Nacional de Periodismo del Club de Periodistas de México por mejor suplemento cultural en El Búho, en 1990. Premio Nacional de Periodismo de México por divulgación cultural 1991. Premio Nacional de Periodismo del Club de Periodistas de México por mejor artículo de fondo 1992 y el Premio Nacional de Narrativa Colima para Obra Publicada 1997 (actual Premio Bellas Artes de Narrativa Colima para Obra Publicada) por Los animales prodigiosos. En 2006, fue designado como Ombudsman defensor de los periodistas del diario regional Síntesis. En 2010, recibió la Medalla Veracruz por sus méritos literarios, otorgada por el Gobierno del Estado de Veracruz. En ese mismo año, fue nombrado Profesor Distinguido por la UAM. Medalla de Bellas Artes 2014. En 2008 fue inaugurado el Museo del Escritor, cuya base fue el archivo personal de René Avilés Fabila. Parte de su obra literaria ha sido traducida al inglés, francés, alemán, italiano, chino, coreano, ruso y serbocroata. En 2011, el INBA le rindió un homenaje por sus 50 años de trayectoria como escritor y sus 70 años de vida. También recibió múltiples homenajes por 25, 40, 45 y 50 años como escritor, organizados por la UNAM, la UAM, el IPN, el CNCA y el FCE, entre otras instituciones.


Hay dos características que me unen a René Avilés Fabila. Que ambos escribimos literatura de fantasía. En La canción de Odette y Tantadel exhibe el autor una buena dosis de imaginación. Odette, esa mujer emblemática, hada madrina, habitante de una casona de esas que adornaron alguna vez el paseo de la Reforma en la antigua ciudad de los Palacios, es la musa inspiradora de la novela. Ella reúne al joven narrador con su amada, gestiona el encuentro de unos con otros, se posiciona como una de las figuras operísticas mozartianas. Odette no se amedrenta. Es figura del ámbito cultural mexicano. Artistas, actores, músicos y gente sin ocio, esos que ambulaban por la zona rosa de aquellos años dorados - sesenta o setenta - caían en el lugar de Odette que los recibía a todos, los escuchaba, festejaba sus obras o sus pretensiones artísticas. Ahí, en ese inmediato parnaso, Odette es la madrina, la figura, la promotora de artistas marginales y amiga de muchos de los consagrados.


Tantadel es algo menos artificiosa. La chica se mete entre los ojos del narrador, que presumimos es el mismo de la novela anterior, se mueve con él, se amplifica o disminuye según avanzamos en el trasfondo de la novela. Qué interesante resulta leer los diversos momentos en que la protagonista se def iende, se aleja o se acerca de nuevo al narrador, periodista, escritor de fines de semana, integrante de grupos, de algún partido político no afecto al sistema. El autor cree seducir cuando es él el seducido. Tantadel es como esas heroínas de dos películas diferentes que, al final son la misma, Las noches de Cabiria y Dulce Caridad. Ambas heroínas, que son la misma, son hermosas, atrayentes, ocurrentes, felices en su desastrada vida. Así es Tantadel. Si queremos ser muuuy empáticos podríamos decir que la diferencia es que Cabiria es en blanco y negro, Caridad canta y baila como una deliciosa hetaira y Tantadel se inunda de pasión por las cosas que le gustan. O no.


En estos cimientos de lo fantástico se lanzaba René Avilés Fabila. No sé en qué momento dejó las Fantasías en carrusel, otro título con el que se le reconoce para darse a la literatura más comprometida. O ese otro maravilloso libro publicado por el FCE, Cuentos de hadas amorosas y otros textos. No me gusta esta palabra porque se pensaría que la otra Literatura no lo es. Todo el que escribe se compromete, aunque es un albur. René Avilés me parece cayó en las trampas de la ideología. Se dio cuenta, lo hicieron darse cuenta, que las novelas sobre temas políticos, sobre deudas que el sistema tiene con la sociedad, sobre los aspavientos de partidos políticos, sobre el hacinamiento de los políticos esperando un hueso eran más interesantes que la Fantasía. No caeré en la discusión sobre lo cierto o no de mi aseveración. O bueno, sí. Pensar que los excesos de regímenes totalitarios como los obtenidos en nuestros países de América Latina son más importantes que las leyendas, los cuentos, la narrativa oral o los cuentos de hadas sería un exagerado laberinto de ideas. Las novelas de Avilés Fabila, pienso en El gran solitario de palacio, se debaten entre la denuncia y el preciosismo. El lenguaje utilizado es de fina investidura tanto en las fantásticas como en las ideológicas.


No sé realmente, en qué momento le dio a nuestro querido maestro por lo otro más que por lo que iniciara en buena lid. Quizá cayó en la trampa de la ideología. Quiso hacer la literatura de las ideas, de las que mantuvo en su juventud. No lo sé. Yo lo recordaré siempre por las dos primeras, por sus libros de cuentos breves, por su libro estilo Manucho Mujica Láinez. En cuanto al libro de cuentos Fantasías en carrusel, hay algunas opiniones o crónicas en periódicos y revistas, pero no estudios o análisis sistemáticos sobre el contenido, estilo o algún rasgo literario de los cuentos; no obstante, provee un panorama general sobre lo existente en la obra.

Marco Tulio Aguilera, uno de los tantos estudiosos que reseñan la obra, enfatiza la condición de lo fantástico en combinación con el amor y la ironía en diversos cuentos como La amante nocturna. En otros, detalla la combinación de lo fantástico, la ironía con el mito como Minotauromaquia o la Esfinge de Tebas o la fantasía, la ironía y el reino animal en el Mirmecoleón. De igual manera aparecen los seres fantasmales, brujas —como en mi cuento preferido Mirabel— y vampiros, el arte, con cuestiones religiosas, políticas o quirúrgicas en un intento a veces por moralizar como ocurre con El extraño visitante donde se recrean las contradicciones humanas ante lo diferenciado. El libro, mezcla de textos breves con paradigmas, aforismos, inicios y finales de textos más amplios, se lee con un gusto, una acepción literaria de una fantasía de las más refinadas en la historia del género en nuestro país. Ahora sí, es cuento.


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