De Roca negra
(Fragmentos)
El mar choca las rocas negras de mi pecho.
Adentro, la lluvia borra todo lo escrito.
—Mira, los pájaros no anidan en el cielo. Cada nube es un dibujo
que trazamos al azar.
Las gaviotas gritan tu nombre al amanecer:
Sus graznidos son mi propia voz que se hace espuma.
Un pañuelo es lo único que hay después de una despedida.
Un pañuelo y una playa desierta donde escribir mi nombre.
Silueta anónima de la tarde, yo dejo en ti un breve aleteo
para recordarle al mundo lo efímero de este sueño.
—Mis cabellos fueron creados por las mismas manos que desatan el
aullido.
Puedo plantar mi cadáver como una semilla del mar en las manos de
cualquier ser humano.
Colgar soles en el corazón de la muerte,
llenar el mundo con un amor de olas incontrolables
En mi casa, los muros de la noche son tan altos como la esperanza.
Allí, las mujeres y los hombres bordan su ropa de luto junto al río y
esperan cada mañana el retorno de las garzas.
En esta tierra construimos piedra a piedra una fe que se derrumba.
Nos llaman, “los ciegos cavando un hueco en el crepúsculo”.
—Mi desnudez, un huracán habitando la tierra. Desconozco las
líneas que trazan el olvido y el horizonte.
Aquí, nuestros altares siguen vacíos.
Desde tiempos inmemoriales conservamos una sola vela
como recordatorio de un alma anónima.
El paso de los cometas nos devuelve la confianza en nuestro viaje.
—Los malabaristas no conocen el vértigo. Cuando se enamoran
dejan caer sus cuerpos libremente al vacío.
Somos la luz cegándose a sí misma.
Una vasija encerrando la ilusión de ser alguien.
Nuestras lágrimas caen siempre a un pecho de piedra.
No en un huerto de flores.
Cortamos el pan sabiendo que dimos poco.
En nuestra mesa sólo nos pertenece aquello que compartimos.
Prendemos una hoguera y alumbramos nuestro rostro, el rostro de todos.
El amor toca nuestro ser abriéndose paso entre la herida de estar vivo.
—Una sonrisa dibuja lo que ha quedado de un beso: Una red de
estrellas sin nombre, un mar.
Viajamos al sur y norte.
Pero en los pozos del desierto solamente hay sed.
(Las huellas en la playa no son eternas, las olas devuelven restos hasta la orilla).
—La sombra se conoce a sí misma sólo cuando en la barca no
queda nadie.
—¿Quién puede ver su reflejo en el agua mientras llueve?
Al amanecer los pescadores cantan ebrios junto al puerto.
En medio del mar,
la barca está vacía.
Del libro: Roca negra, una puerta en medio del vacío
Comments