Ausencia de fantasmas en la primavera
Marzo del 2021: mes de la primavera, de las flores y el amor en el aire; del Covid y sus diferentes cepas. Tiempo de ansiedad, temores y futuros sombríos suavizados por la esperanza. Una controvertida celebración del Día Internacional de la Mujer porque la llaga no deja de doler, porque las heridas brotan mientras escribo. Callos en las manos y en los pies, la piel de las manos agrietadas, las mujeres de humo, las mujeres sombra, las que son mutiladas, vejadas, burladas, ignoradas…
Mes para recordar a algunas escritoras: la primera mujer en obtener el Premio Nobel de Literatura, Selma Otilia Lovisa Lagerlöf; Inés Arredondo, Santa Teresa de Jesús, Anne Frank y Virginia Woolf, entre otras.
Los tiempos han cambiado. No mucho. No poco. La mujer hace tiempo que pudo usar pantalones, y si quería, minifalda. Cada vez hay más heroínas en el cine y en las novelas. En el actual contexto social en el que la mujer ha podido ser apreciada, en la que cada vez hay más participación y reconocimiento, es increíble que aún tengamos que demostrar que somos capaces, intelectual y espiritualmente, de hacer las mismas cosas que nuestros equivalentes masculinos.
En México contamos con la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia publicada en el Diario Oficial de la Federación el 1 de febrero de 2007. Nací en 1960 y todavía no comprendo por qué se creó esa ley hasta 2007, pero tampoco deja de dolerme que haya sido necesario que exista una ley de este tipo. Tristemente, las violaciones a los derechos de la mujer son cosa de todos los días, de todas las horas. Mujeres jóvenes o de la tercera edad, niñas, bebés, madres… mueren asesinadas en sus casas, ahorcadas, asfixiadas, sofocadas, envenenadas, cortadas con objetos punzocortantes, a manos de sus propios esposos, hermanos o familiares. En la mayoría de los casos no se hacen las necropsias de ley, y el sistema de justicia no siempre rinde cuenta de estos hechos, dejando campear a la impunidad sobre nuestras leyes. La realidad supera cualquier ficción.
Tomo la famosa frase “Ser o no ser: todo el problema es ése”, del monólogo de Hamlet (acto 3, escena 4, W. Shakespeare), para expresar otro tipo de traición, la del hombre con su hermana, la mujer: “Ser o no ser: todo el problema es ése. Qué es más noble al espíritu: ¿sufrir golpes y dardos de la airada suerte, o tomar armas contra un mar de angustias y darles fin a todas combatiéndolas? (…) ¿Quién querría, llevar cargas, gemir y trasudar bajo una vida por demás tediosa, sin el temor de algo tras la muerte (esa ignota región cuyos confines no vuelve a traspasar viajero alguno) que nuestra voluntad deja perpleja y antes nos hace soportar los males que ya tenemos, que volar a otros que nos son, en verdad, desconocidos?”.
Ser o no ser mujer que aparente imbecilidad para salvaguardar su existencia, que aguante el maltrato físico o verbal, el menosprecio de su propio esposo y de sus hijos, la difamación y el rencor de los hombres que la ven como amenaza para sus trabajos o para sus ambiciones. Ser o no ser madre y a la vez sustento de la casa, femenina o agresiva, intelectual o práctica. Sea cual sea la situación personal de cada una, toda mujer debería reconocerse como ser humano en idéntica condición pensadora y hacedora que los varones.
Debemos esperar que algún día dejen de escribirse frases como la siguiente, expresada hace más de 250 años por el historiador y filósofo escocés David Hume (1711-1776): “Por la teoría de la inmortalidad del alma se explica fácilmente la inferioridad de la capacidad femenina: su vida doméstica no requiere facultades más altas, ya sea de cuerpo o mente”. Hume pensaba que el bien y el mal no son un concepto racional, sino la persecución de un bienestar general para la sociedad y también nos queda claro lo que pensaba de la mujer en su sociedad.
En un momento en que proliferan los libros de tendencia feminista con títulos provocativos, en que las jóvenes profesionistas sueñan un destino diferente al de sus madres amas de casa y en el que han dejado la maternidad en segundo plano, es importante hacer hincapié en que ninguna actividad, ni las labores del hogar, ni la práctica de un oficio o profesión o el trajinar de un negocio propio pueden dotar a la mujer de mayor dignidad, ¿por qué no? Porque intrínsecamente ya la posee. La mujer es un tesoro, un regalo divino de la vida, para la vida. Quien la pisotea, quien la menosprecia, quien la siga considerando inferior, de segunda mano, no es más que un ser primitivo, un salvaje. Afortunadamente siempre han existido varones que caminan junto a las mujeres, si no, la existencia femenina sería un páramo cubierto de hielo y cenizas.
laro: las mujeres no estamos destinadas a ser fantasmas, esos a los que se refiere el joven Stephen Dedalus de la novela Ulises, de James Joyce, cuando se pregunta: ¿Qué es un fantasma?, y él mismo se responde: alguien que se ha desvanecido hasta ser impalpable, por muerte, por ausencia, por cambio de costumbres.
Impotente ira Técnica mixta sobre papel Autora: Jackeline Mongrell
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