La historia te abstrae de tal manera, que mientras lees no puedes pensar en nada más. Si te da hambre, lees; si vas al baño, también. Si puedes, faltas a tus deberes. Si no, las escenas te acompañan. No duermes hasta que llegas a la última frase, al punto final, o hasta que tu cerebro te interrumpe para que descanses. Desde la primera, hasta la última página, eres un “come libros”. Un lector obsesivo, voraz.
Leer se convierte para algunos en un vicio. Uno al que no se le mira con malos ojos porque a la lectura se le atribuye un valor moral. Se le considera una virtud, aunque pueda ser enajenante. Al hábito de leer se le confiere gran valor. Es equiparado a virtudes apreciadas como ser responsable, solidario, puntual, sobrio, bondadoso…
La mayoría de la gente ve con buenos ojos a los lectores. Incluso hay quienes los ponen en un pedestal. No deberían. Ser lector no te convierte ni en ángel ni en santo. Ser lector no significa ser virtuoso, aunque la gente esté inclinada a pensarlo.
Un vicio no deja de serlo porque parezca bueno. Leer de manera obsesiva puede aislar al individuo, convertirse en un elemento de evasión, en un círculo de discriminación o de atropello, sobre todo en la niñez. A un niño come libros le dirán que habla rarito, con palabras domingueras. Será el último al que elijan para formar equipos de juego, y al primero si son de tareas.
Leer es bueno, dice el pueblo. No te hace sabio, pero te da conocimientos. Te da sosiego, diálogo, compañías interesantes… Si lees, es posible que algunos te tachen de loco, de intelectual, de cerebrito, pero no de vicioso.
Leer en exceso también te puede causar daños similares a los que produce ver maratones de series de televisión. Quizá al leer esto, piensas: “Claro que no. Leer es diferente”. El atracón de series se ha considerado como un problema de salud pública, según investigadores de la Universidad de Toledo,1 pero un atracón de novela nunca ha sido estimado de esa forma.
Los adictos a leer y a mirar series, ¿deben dejar de hacerlo? Lo cierto es que es difícil abandonar un hábito, máxime cuando te produce placer, aunque te enferme. Más difícil si el estimulante utiliza el cliffhanger para atraparte. Esta técnica se utiliza desde hace mucho en la literatura, al final de un capítulo o de una escena, para generar suspenso y engancharte. Al parecer el término tuvo su origen en la novela A pair of Blue Eyes, de Thomas Hardy, quien al publicarla por capítulos mensuales (entre 1872 y 1873) dejó en uno de ellos al protagonista colgado de un acantilado.
A Jorge Luis Borges se le atribuye el siguiente bello pensamiento: “De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo… Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria”.
Tanto se ha constatado su virtud, que cada año se celebra el 23 de abril el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, instaurado por la UNESCO en 1995. Este suceso, que comenzó con el afán de homenajear a autores como Miguel de Cervantes, Garcilaso de la Vega o Williams Shakespeare, ha conseguido atraer la atención en el valor del libro “… como vehículo de valores y conocimientos y como depositario del patrimonio inmaterial; el libro como puerta de acceso a la diversidad de las culturas y como instrumento de diálogo; o el libro como fuente de ingresos materiales y obra de creadores protegidos por el derecho de autor”.2
Prodigiosas funciones se atribuyen al libro. ¿Cómo no elogiarlo? Sobre todo, a aquellos de los que lectores han podido extraer los mejores pensamientos. Cuando un libro, al ser leído, inspira pasión, gozo, ¿por qué no?, obsesión, entonces podemos decir que cumplió su misión con creces.
Virtud, vicio, leer es un lujo. Ni bueno, ni malo. No conozco actividad humana tan rica y completa, que nos saque de lo cotidiano y nos atrape en su universo. Pero todo con mesura. Según dicen, el mismo Cervantes advierte: “El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”. Así, a disfrutar la vida con la conjugación de todos los verbos, de ser posible, con el libro de acompañante, pues como dijera Heinrich Heine (1797-1856) poeta prusiano: “Allí donde se queman los libros, se acaba por quemar a los hombres”.
1 Grupo SEMANA. Ver una maratón de series televisivas podría ser dañino https:// www.semana.com/vida-moderna/articulo/ver-maratones-series-de-tv-no-es-saludable/471581/
2 https://www.un.org/es/observances/ book-and-copyright-day
Comments